miércoles, 31 de octubre de 2012

Halloween: recomendaciones de la casa

Hoy, 31 de octubre, se celebra la fiesta de los difuntos. Y como Halloween no es sólo Pesadilla antes de Navidad, desde este blojjj se sugiere el siguiente menú:

- Media tarde:

La leyenda de Sleepy Hollow (1949): Un mediometraje made in Disney sobre este relato de terror romántico de Washington Irving. Por cierto, lean el relato original. Y también Cuentos de la Alhambra, del mismo autor. El mediometraje en cuestión consta de dos historias no relacionadas entre sí. La primera es protagonizada por un sapo. La segunda es la adaptación más fiel de la historia del jinete sin cabeza. Olviden policias atractivos, brujas, finales transparentes y demás parafernalia. El Ichabod Crane que creó Irving era feo como un hombre puede ser feo. Y era profesor de escuela. Olviden también los estereotipos Disney. Aunque haya canciones. Es una película de dibujos animados pero no es infantiloide en exceso como tantas otras. Como no lo es la historia en la cual se basa. Naturalmente está suavizada para el público infantil, pero del mismo modo es extraordinaria. La ven primero y ya me contarán. No les aseguro que les guste la historia del sapo, conste. Aunque a mi me parece excelsa en su registro.

- Tarde-noche: 

Arsénico por compasión (1944): Screwball comedy en su máximo exponente. Frank Capra dirige, Cary Grant actúa. Un famoso crítico teatral recién casado hace una - cree él - fugaz visita a sus encantadoras tías antes de irse de luna de miel con su, también encantadora, recién desposada mujercita. Lo que descubre al llegar a casa de sus tías le hará retrasar su viaje de novios. Un cementerio, caridad, dos adorables y maquiavélicas señoras,un Teddy Roosevelt que vive en Brooklyn, un reloj de cuco, un Frankestein inintencionado, un doctor chapucero, un sótano con sorpresa y un Cary Grant que se desquicia por momentos conforme avanza el film. No diga histrionismo - no confundir con jimcarreyismo -, diga Cary Grant en Arsénico por compasión. Comedia negra brillante, divertida y frenética. Imprescindible. Más en Halloween.

- Noche: 

El cuervo (Edgar Allan Poe): Poema mágico escrito por el escritor norteamericano más importante desde Mark Twain. Se aconseja leer esta pequeña joya de la literatura con la menos luz posible. Es más, sería oportuno emplear para tal propósito un casco de minero. El ambiente tétrico y decadente que desarrolla Poe envuelve al lector, sobre todo en la primera lectura, de forma que nunca verá de la misma forma al pájaro que da título al poema. La angustia del narrador empapa, cala hasta los huesos. Su pena, su dolor. Y el cuervo que revolotea y se posa a su antojo en el busto de Palas. Quizá Edgar Allan Poe no contara unos chistes de caerse al suelo, pero sublimó la creación de atmósferas de pesadilla. Y sin Danny Elfman como apoyo. Por supuesto, acompáñese esta lectura con el visionado del especial Halloween de Los Simpson que referencia este poema.

                  "Nunca más"

Dentro de este género, la casa también recomienda los relatos Maése Pérez, el organista y El monte de las ánimas, de Gustavo Adolfo Bécquer. Es más, lean Rimas y leyendas al completo. Ya me lo agradecerán. Más allá, lean todo Bécquer. Y todo Poe. Lean. En general.

Hasta aquí el menú de hoy. También pueden disfrazarse de cosas y pedir caramelos por las casas.

martes, 30 de octubre de 2012

Fritz Lang: mejorando a Renoir

Fritz Lang es el gran olvidado cuando se habla de los más grandes directores de la historia del cine. En esa terna no fallan nombres como Hitchcock - el maestro del suspense (pronúnciese en francés) -, Wilder - el más brillante y prolífico escritor de obras maestras -, Hawks - brillante en todos los géneros habidos - o Ford - el western como obra de arte-.

Peter Lorre en su debut cinematográfico
Fritz Lang no sólo no desmerece a estos gigantes del cine sino que les iguala. En el cine mudo o en el sonoro. Dos etapas bien diferenciadas. Igualmente brillantes. La primera en su Alemania natal. Entre otros logros, creó a uno de los villanos más terribles del cine: El Doctor Mabuse, sentó las bases de la ciencia ficción como género cinematográfico con Metrópolis, sirvió de inspiración para el director de oronda silueta con Spione, rodó una fábula sobre el amor y la muerte: Las tres luces o permitió a Peter Lorre ser inmortal con su villano de M, el vampiro de Düsseldorf - el silbido más aterrador jamás oído -.

Con el auge del nazismo, Lang se instaló en Hollywood y siguió a lo suyo: hacer obras de arte e influir en jóvenes aspirantes a director, véase Billy Wilder.

Jean Renoir era hijo de artista. Su padre, Pierre-Auguste es uno de los inmortales de la pintura. El impresionismo llegó a sus cotas más altas con su obra. Su hijo también fue artista. Pero prefirió la claqueta a la paleta de colores. Incomprendido como todos los artistas, Jean Renoir no recibió la importancia merecida hasta la llegada de la nouvelle vague. Como tantos otros. La regla del juego es una de esas películas que recompensan eternamente.

La relación entre Renoir y Lang se basa en la admiración. La del alemán por el hijo del genial pintor.

Perversidad (1945)
En 1931, Jean Renoir realizó su segunda película: La chienne (La golfa), basándose en la novela de Georges de la Fouchardiere. La historia de un infeliz cajero con infulas de pintor que es engañado y ridiculizado por una cruel fémina y su amante. Magnífica película. En 1945, y ya asentado y respetado en la industria norteamericana, Fritz Lang se propone rehacer la película de Renoir. Cambia el título: Scarlet Street. Aunque en este caso, y sin que sirva de precedente, prefiero el título en español: Perversidad. Pero Lang, continúo,  no quiere hacer un drama al uso. Emplea la misma trama pero oscurece el tono. Cine negro en su máximo esplendor. Para los papeles protagonistas se rodea de ambrosía actoral: Edward G. Robinson y Joan Bennett. La escena que cierra la película es escalofriante e inolvidable. En todos los sentidos. Mención especial a la femme fatale que compone Bennett. La maldad con curvas y melena lujuriosa. Tal sintonía tenían ambos actores que era su segunda intervención conjunta - y seguida - en un film de Lang. La primera tuvo lugar el año anterior, 1944: La mujer del cuadro. En dos años, dos imprescindibles del cine negro.

Años más tarde, en 1954, Fritz Lang volvió a las andadas y realizó su versión de La bestia humana, de Emile Zola. Dieciséis años antes, Renoir había hecho lo propio. Para su película, Lang volvió a repetir pareja de actores. En este caso, los elegidos eran Glenn Ford y Gloria Grahame, que un año antes protagonizaron la inapelable y perdidamente magistral Los sobornados. De nuevo una gran película, de nuevo eternidad.

Fritz Lang no conocía el término mediocridad.

lunes, 22 de octubre de 2012

La consulta del dentista y el cura

Esta tarde tocaba dentista. No es mi ideal de diversión pero tampoco es una tortura china. De hecho, siento cierta lástima por los estomatólogos. Es uno de los trabajos más desagradables que se me ocurren. Hay cada boca por ahí que es de museo. De lo desagradable. Si bien no es nada en comparación con los podólogos. Esos señores son héroes. Reflexionemos durante un instante. Si la boca que es una parte de la anatomía medianamente accesible y visible, muchas veces es un desastre, ¿qué barbaridades no se encontrarán esos mártires en los pies de sus clientes?

 Otra cosa de los dentistas es el sadismo que la creencia popular le asigna. Si usted, estimado lector, experimenta cierta fobia hacia los profesionales dentales, le aconsejo que si ve La pequeña tienda de los horrores, (1986, Frank Oz) cierre los ojos cuando vea aparecer a Steve Martin con un antinatural cabello azabache y montado en una moto. Son sólo unos tres minutos. Pero esto no va sobre dentistas.


18.30. Llego a la consulta del dentista. La revisión de todos los años. Pase usted a la sala de espera, me dijo  una mujer todo de blanco, cofia incluida. Obediente, pasé a aquella habitación. Estaba solo. De fondo, todos los boleros de Antonio Machín y Armando Manzanero hechos melodías para flauta. Eché un vistazo y al no encontrar ni un mísero ensayo sobre astrofísica en ninguno de los revisteros, procedí a informarme de las venturas y desventuras de la familia real, de las relaciones amorosas entre individuos de dudoso pelaje; lo que es el entretenimiento patrio. Calculo que así estuve unos Diez Minutos, cuando, de Pronto, se abrió la puerta de la sala y alguien dijo Hola. Un cura. No sé si obispo. Más bien era un siervo de Dios raso. Se sentó y se puso a leer un libro forrado en su parte exterior por hojas de periódico. De ABC, concretamente.  Quiero pensar que el cura forró el libro porque estaba leyendo algo sacrílego. Esto es, cualquier cosa que no sea la Biblia. El pájaro espino quizá. Pero lo dudo profundamente. Era un cura vetusto, provecto, decrépito.   No menos de 80 años de man in black.

Al rato - 5 minutos - llegó una madre con su hija. La niña tendría unos 14 años. Pelo largo, rubio. Con algunos colores insondables para mi en forma de mechas. Uniforme de colegiala. Nabokov, que nos conocemos. Mascaba chicle con tal fruición que lamenté que no hubiera en aquella sala de espera alguien del Guiness para certificar el récord.

De repente, suena un móvil. No era el mío. Eso dejaba tres sospechosos: el cura, la madre y la hija. El tono de llamada respondía a un éxito discotequero actual, cercano a lo denunciable. "Ella no sigue modas", según he descubierto tras arduas y dolorosas invetigaciones. Descarté al cura. Madre e hija se miraron. Acto seguido prorrumpieron en carcajadas. Aquello me extrañó. Mis ojos pasaron directamente al cura, antes descartado. Ante mi cara de asombro y las carcajadas materno-filiales, el anciano y venerable cura metió la mano en su bolso, sacó el móvil y la melodía cesó.

Tras asistir a esa dantesca escena, llegó mi turno y pasé a la consulta. Ojalá hubiera sonado el teléfono de la niña con Tocata y fuga de Bach en re menor.

Ojalá.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Breve kármico

El karma es una energía que se desprende de los actos de los individuos. Dependiendo de la naturaleza de esos actos, serán las reencarnaciones del individuo.

O eso creen budistas e hinduistas, entre otros.

Ya que me preguntáis, os diré que yo, por lo general - y según he comentado por aquí en alguna ocasión - no creo mucho. Soy partidario de esta frase de Woody Allen en Desmontando a Harry (1997) : "Si me dan a escoger entre dios y el aire acondicionado, me quedo con el aire".

Pero - siempre un pero - tuve una experiencia el otro día que me hizo meditar. Salía de la ducha y cogí una toalla. Es una práctica habitual. Como un ritual. Es salir de la ducha y coger una toalla. Instantáneo. Da buen resultado. Entonces procedí al secado. Todo estándar. Sin sobresaltos ni incidencias reseñables. De pronto, un perro en la calle comenzó a ladrar con insistencia. Yo seguía a lo mío - la cabeza creo recordar -, cuando de pronto, oí un gimoteo muy leve. Un gimoteo con tendencia al lamento. Supuse que venía de la calle, como los ladridos. Pero yo vivo en un 4º. Y el gemido venía de algún lugar cercano a mí. No presté atención y continué con mi labor. Más ladridos. Y otro gemido. Esta vez más nítido. Sí, era yo.

Me desligo totalmente de la acción emprendida por mi subconsciente.

Posibles explicaciones ante el suceso:

1) Efectivamente, existen las reencarnaciones y fui un perro. Por eso mi otrora mente perruna respondía a un compañero en apuros.
2) Tengo mucho tiempo libre y soy muy tonto.

domingo, 14 de octubre de 2012

John Cazale: el actor perfecto

Un buen día - o malo, no sé si llovió - los hermanos Lumière se inspiraron en el kinetoscopio de Edison para crear el cinematógrafo. Por tanto, pusieron las bases técnicas de lo que conoceríamos más adelante como cine.

Han pasado más de 100 años. Miles de actores y actrices se han puesto delante de las cámaras para dar vida a infinidad de personajes. Desde el mudo hasta la horrorosa etapa actual del 3-D. Algunos de estos actores son iconos de la cultura popular. Dioses mundanos. Pero todos tienen un talón de Aquiles. Un fracaso en su trayectoria. Un borrón, como todo buen escribano. Ejemplifico:

Buster Keaton es un genio. Nadie pondrá nunca cara de absolutamente nada de forma tan brillante como él. El moderno Sherlock Holmes, Siete ocasiones o El maquinista de la General son auténticas exhibiciones de talento. Pero en su ocaso perpetró abominaciones - fruto del incomprensible desprecio que le profesaba el público de la época -como L'incantevole nemica.

Marlon Brando es el mejor actor de la historia del cine. El Marco Antonio orador de Julio César, el visceral Stanley Kowalski de Un tranvía llamado deseo, el mil millones de veces  imitado Vito Corleone de El Padrino o el totémico Coronel Kurtz de Apocalypse Now son sólo algunos de los inmortales personajes a los que dio vida Brando. No obstante, su peculiar personalidad hizo que de tanto en cuando accediera a trabajar en películas tipo La isla del doctor Moreau.

Robert de Niro. El mejor de su generación. Vito Corleone (joven), Travis Bickle, Jimmy Conway, Jake LaMotta, Sam "Ace" Rothstein. No se entiende el cine moderno - que se lo digan a Scorsese - sin su trabajo. Aunque en España se admire más a Ricard Solans que al propio de Niro. Sin embargo, a partir de mediados de los 90, comenzó a interesarse más por los dólares que por los guiones. Ahí está la saga de "Los padres de..." Y así hasta hoy.

Todos los grandes de la interpretación tienen sus momentos Guadiana. ¿Todos? No. La excepción que confirma la regla tiene nombre y apellido: John Cazale.

Sólo cinco películas en su corta filmografía. Cinco imprescindibles del cine de los últimos 40 años. Cinco interpretaciones memorables. Cinco es un número muy corto. El cáncer se llevó a este magnífico actor a los 42 años. Desde este blog se recomienda encarecidamente, casi con la rodilla tocando el suelo, el visionado del documental Descubriendo a John Cazale.

Cazale era un actor modesto. No destacaba a simple vista. Un individuo gris dirían algunos. Hacía teatro y se presentaba a todos los castings habidos. En una de esas interminables esperas, arrugando cada vez más el papel de las frases mientras fruncía el ceño para recordarlas, trabó amistad con un tal Al Pacino. Ambos fueron seleccionados para dar vida a dos de los personajes principales de El Padrino. El aspecto apocado y simplón de Cazale provocó que Coppola no tuviera dudas al otorgarle el papel de Fredo Corleone. Su debut en el cine. El débil de la familia. Su papel en esta primera parte se centra en poner las bases de lo que pasará en la segunda.

Fredo Corleone es el segundo de los hijos del jefe de la familia Corleone. Es desgarbado, torpe, poco agraciado. John Cazale supo darle al personaje ese punto de ternura que daba a todas sus creaciones. Patetismo no, pero casi. Su inteligencia le permitía conservar cierta dignidad en sus actos, para luego perderla en la siguiente frase y empezar de nuevo. Su personaje era muy complejo. El hijo acomplejado de un maestro del crimen organizado.

La siguiente película de John Cazale fue La conversación (1974), también de Coppola. En esta ocasión, subió un peldaño más. A efectos prácticos, era el protagonista junto a Gene Hackman de este brillante thriller de espías con ansia de poder.

En el mismo año, volvió a dar vida a Fredo Corleone. Su importancia en la película es trascendental. Protagoniza cuatro momentos no sólo capitales para la trama, sino también para el cine como arte. El baile de fin de año en Cuba ("I knew it was you, Fredo. You broke my heart"), la discusión con Michael en la casa junto al lago - esa tumbona, esa pose - ("You're nothing to me now"), el rezo en la barca justo antes de que Al Neri cumpla las órdenes de su amo y la  pragmática y escalofriante escena final en forma de flashback. John Cazale es uno de los grandes culpables de que la saga de los Corleone sea legendaria. 

En el 75, volvió a compartir encuadre con su amigo Al Pacino. Tarde de perros, de Sidney Lumet. Una de atracadores de bancos que caen bien. Sin duda, uno de sus papeles más peculiares. Como también lo era la rocambolesca y, en su fondo, bizarra historia que la película narraba. Todo dispuesto para el lucimiento de Pacino. Aunque con la inestimable ayuda de Salvatore Naturile/Cazale. En el segundo plano destacaba como nadie. Si la vida no fuera tan cruda quizá habría llegado al nivel de secundarios como Walter Brennan.

- ¿A qué país te gustaría ir? 

- Wyoming. 


- Sal, Wyoming no es un país.

Tres años más tarde, y ya gravemente enfermo, rodó su última película: El cazador. Uno de los relatos más crudos y explícitos sobre las guerras y sus efectos en primer plano. Cazale formaba parte del elenco protagonista con Robert de Niro, Christopher Walken, John Savage y la que fue su pareja hasta el final, Meryl Streep.

John Cazale es el actor perfecto estadísticamente. Cinco películas, cinco nominaciones a Mejor Película. Quién sabe cuál habría sido su techo si esa enfermedad no se hubiera interpuesto. Compartir pantalla con De Niro, Brando, Hackman, Pacino, Caan, Keaton, Streep Strasberg o Walker y destacar no es nada fácil. En un mundo de egos superlativos, Cazale ponía algo de cordura, coherencia y sensibilidad. Y talento, mucho talento.

"Todo lo que yo quería hacer era trabajar con John por el resto de mi vida." Al Pacino.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Error de cálculo

Un país cualquiera. Una ciudad cualquiera. Una cárcel cualquiera. Una sala cualquiera, de una cárcel cualquiera, etcétera.

En la sala en cuya puerta figura la palabra "Apoyo", se reúne la doctora Alegría con sus pacientes. Sanguinarios todos. Pero pacientes al fin y al cabo. En esas sesiones, la doctora Alegría trata de aliviar las conciencias de esos pobres diablos. Que cuenten lo que les atormenta. Que se arrepientan de sus actos. A las sesiones de la doctora Alegría no van carteristas. Deberían ir políticos y banqueros, pero: 1) esos no pisan la cárcel y 2) seamos serios, esa gente no se arrepiente de nada.

El trabajo de la doctora Alegría era complejo. En la sala de apoyo, siempre había dos guardias convenientemente armados. Por si acaso. Los reclusos tratados por la doctora eran hombres rudos. Sí, tatuados todos. De los que dirías a primera vista que no leen a Chéjov.

Un día, un nuevo paciente se unió a las sesiones. No era como los demás. Su nombre era Isaías Peláez. 1'65  de hombre con bigote. Muy engominado. Con una podredumbre dental preocupante. Sus facciones no eran ásperas. Más bien se acercaban a la afabilidad. No cumplía en absoluto los clichés de violento convicto. Sin embargo, cuando la doctora Alegría invitó amablemente a Isaías a que tomara asiento y comenzó a leer su expediente, su ceño se frunció primero, para soltar un leve espasmo de desaprobación después.

Isaías Peláez había llevado a cabo un brutal asesinato. La víctima era un vecino suyo: G. D. El dueño de la tienda de bicicletas del barrio. Un hombre guasón, por lo que contaban las vecinas embutidas en una bata y con algunos rulos en su cabeza al calor de los focos de una cámara de televisión. Un buen hombre.

- Hola, Isaías. Soy la doctora Alegría. Estamos aquí para ayudarte. No te sientas incómodo, por favor.

Isaías Peláez asintió.

- En estas sesiones intentamos expulsar nuestros demonios. Encontrar la paz dentro de nosotros.

Isaías asintió de nuevo, en esta ocasión con una media sonrisilla que asomaba debajo de su bigote.

- En la primera sesión, el paciente cuenta por qué está aquí. En qué ha fallado. De qué se arrepiente. (Silencio, por favor)

- Muy bien, dijo por fin Isaías con una voz extrañamente aflautada. Os voy a contar mi historia.

- Te escuchamos, Isaías.

- Yo tengo un problema dental. Es evidente. No piso un dentista porque no me da la gana y se acabó. Yo asumo las consecuencias. No pasa nada. Pero a mí que no me toquen lo que no me tienen que tocar. ¿Estamos?

- Tranquilo, Isaías. Respira hondo. Eso es. Ahora sigue con tu historia.

- Yo no me meto con nadie. Soy pacífico. Sí, ya sé que desmembrar a un vecino no es una práctica pacífica. Pero tengo mis motivos. El de la tienda de bicicletas estaba siempre de broma. Se reía de todo el mundo. Un chistoso insoportable. Cada vez que pasaba por su tienda, me soltaba algún comentario inoportuno sobre mis dientes. Todos se reían. Pero yo en el momento me bloqueo y ya en mi casa se me ocurren las respuestas indicadas. Así que siempre me dejaba en ridículo. El muy imbécil.

Un día, le llegó una bicicleta que, por lo visto, era única. Sólo había 10 más en todo el mundo. ¡Casi 10.000 euros! Ahí encontré mi oportunidad. Vi el cielo abierto. Por fin, podría vengarme de tantos años de bromas hirientes. Se quedaría con cara de tonto.

El plan era el siguiente: ir a la tienda del soplapollas... de este hombre, perdón, e interesarme por la bicicleta. Como soy muy ahorrador, no tengo familia que mantener y la gente es muy cotilla, el dueño de la tienda no pondría en duda mi interés. Y mucho menos por falta de dinero. Así que me dejaría probar la bicicleta justo antes de firmar el contrato de compra. Cosa que yo nunca habría hecho, por supuesto.

Cogería la bicicleta para dar una vuelta a la manzana y justo cuando doblara la esquina, el basurero pasaría para hacer su ronda. Lo tenía todo cronometrado. En ese momento, me vería sorprendido por el camión, saltaría y, trágicamente, la bicicleta quedaría reducida a fosfatina. Y que se jodiera... aguantara, perdón. 

¿Broma un poco pasada de rosca? Sí. Pero tenía mis motivos.

Llegó el día de llevar a cabo el plan. Llegué a la tienda. Aguanté la enésima broma,las enésimas risas de fondo y le comenté mi interés por la bicicleta en cuestión.

Todo iba sobre ruedas - dos concretamente -, el plan se desarrollaba de la forma prevista. Él sacó la bicicleta. Y mientras yo la examinaba, le pregunté fingiendo curiosidad si era posible probarla antes de firmar el acuerdo de compra. Sin problema, me dijo. Todo fue mal a partir de ese momento. Cinco minutos después, estaba muerto.

- Pero, ¿qué pasó Isaías? - inquirió curiosa la doctora Alegría.

- Estaba tan contento por lo bien que iba el plan que hice la cosa más estúpida.

- ¿Qué hiciste?

- Firmé.

lunes, 8 de octubre de 2012

No acepto pulpo

El otro día revisé La parada de los monstruos - aunque me gusta más el título original: Freaks. Obra maestra incontestable de Tod Browning sobre la condición humana, la crueldad más abyecta y la dictadura de las apariencias. Todo ambientado en un circo. Magistral. No es una película fácil. Pero sí necesaria. Para los despistados, David Lynch firmó su mejor película- ex aequo con Una historia verdadera - con la misma temática. Hablo de El hombre elefante, claro. Pues resulta que revisé La parada de los monstruos y sucedió lo siguiente.
La parada de los monstruos. Tod Browning, 1932.

Nada más aparecer la impresión del THE END, procedí a bichear. Bichear es un verbo que, según creo no está aceptado por la RAE. No lo entiendo. Es un verbo muy funcional. Bicheé - investigué - sobre esta película. Críticas, opiniones, curiosidades. Es una práctica muy aconsejable. Se confirman teorías, se resuelven dudas. En una de las páginas que me ofrecía caballeroso el buscador, ví un ranking de películas de terror. A ver con qué me encontraba. Poca sorpresa: El resplandor, Psicosis, Alien, el octavo pasajero. Las habituales. Sin embargo, reparé en un título inquietante: El ciempiés humano. Leí la sinopsis a duras penas pero fui casi incapaz de ver siquiera el tráiler. No pondré aquí el argumento de esta película. Por respeto a la sensibilidad de los - dos, quizá tres, cuatro me parece una masa informe - lectores de este blog, o lo que sea. Sólo diré que el título es bastante explícito e indicativo. 

De vez en cuando reflexiono. Tampoco nada serio. A nivel amateur. En este caso, fue sobre el arte actual. La pregunta es: ¿todo vale en el arte? Es decir, que el populacho admire una obra - cualquiera - y tenga cierta repercusión, ¿la convierte en eso tan etéreo que conocemos como arte?

NO

En Malibú, vivirá algún tipo - con coleta, boina y perilla en forma de flecha hacia abajo - que residirá en una gran mansión, con 15 perros y una mujer recauchutada hasta el paroxismo cuya fortuna provenga de haber vendido un retrete plateado a algún museo dirigido por un demente. Y se llamará artista. Eso no es arte. Eso es mamarrachismo por una parte y estupidez supina por otra. Por cierto, es fácil reconocer a los artistas. Son aquellos que no se llaman a sí mismos artistas. Dalí y Picasso son la excepción que confirma la regla.

Obra de arte
La concepción actual del arte pasa por ser ininteligible. Cuanto menos se comprenda, más una obra de arte es. El hipsterismo ilustrado llegó, vio, se acomodó su flequillo imposible y se quedó. Lo que en un principio pasaba por ser un rechazo al convencionalismo en el arte ahora es un pastiche demencial. Un niño puede tropezar con varios cubos de pintura en un descuido del gotelero de turno que está en su casa y realizar una obra que "desafía las normas convencionales y crea un nuevo mundo de sensaciones". 

"No lo entiendes. Este concepto trasciende de la mundana realidad. Tienes que leer más Kierkegaard."
Lo clásico es aburrido. Lo extravagante es apasionante. Escandalizar y luego preguntar. Me gusta comer chinchetas, dijo el moderno.

¡WARNING! No deba extraerse de esta nimia reflexión que lo nuevo sea necesariamente malo. No sólo esto no es así, sino que es absolutamente necesario. Renovar, innovar, airear. Pero con límites. Los que marca el sentido común. No pido mucho. Sólo eso.

Llámalo reflexión, llámalo calentón. Tampoco...

lunes, 1 de octubre de 2012

El dodo, el lince y el periodismo

Hoy tuvo lugar la Lección Inaugural de la Facultad de Comunicación de Sevilla - en adelante, la FCOM-. Una invitada especial ha armado gran revuelo y ha levantado una gran y comprensible expectación. Ana Pastor era la guest star. Gran periodista. De las que no se venden. De las que no dejan que su visión de la realidad se manche con ideologías cerradas. De las de verdad.

Tristemente, como apunta mi buen amigo Cristóbal Santos, si Ana Pastor se ha hecho tan famosa es porque se comporta profesionalmente como  un periodista debe : ser curioso, inquieto, inconformista. ¿Se debe homenajear al fotógrafo por usar su cámara? ¿El futbolista que toca el balón con los pies es el mejor? ¿El mimo que hace el truco de la pared es el más original? La perspectiva invita a que con el tiempo los periodistas formaran parte de sectas comunicativas - más aún si cabe - para poder sobrevivir y los que se atrevan a decir lo que realmente pasa estarán como Gary Cooper en aquella película dirigida por Fred Zinnemann en 1952.

Lo que ha sucedido hoy en la FCOM - colas interminables, universitarios matriculados quedándose fuera - obedece más a un fenómeno fan que a otra cosa. Una celebridad visita la facultad. Es algo único. ¿Pasaría lo mismo si Enric González fuera el invitado? Rotundamente, no. Mi memoria selectiva quiere recordar que el día que Iñaki Gabilondo visitó la FCOM no hubo tanta masificación. Y era Iñaki Gabilondo.

La mayoría de los asistentes a la Lección Inaugural han ido porque allí estaría esperándoles Ana Pastor. Misión cumplida por parte de los dirigentes de la facultad. Tanto novatos como veteranos buscaban que Pastor dijera esa frase lapidaria sobre el periodismo para twittearla y henchirse de orgullo y admiración. Parece ser que así ha sido. Insisto, Ana Pastor es una gran profesional y uno de los referentes actuales. El problema es lo que viene antes y después de presionar "Twittear" y esperar los RT.

El periodismo es la profesión más vocacional que existe. Sobre el papel. En la práctica, muchos buscan que su nombre aparezca en algún medio para presumir entre sus congéneres. Hace una semana, decenas de novatos pastaban en los pasillos. Olía a ilusión y a estreno de zapatillas caras. "Ya mismo vamos a estar en el Marca", "Creo que en 1º ya usamos cámaras y entramos en el estudio de radio". Es comprensible la emoción de lo nuevo. Been there, done that. Sin embargo, con los años se comprueba que sólo una ínfima minoría de los estudiantes sabe lo que es ser periodista. Entrar en un plató está bien, ponerte los cascos y hablar a un micrófono en una sala acolchada es una gratísima sensación. Pero sólo se mira el dedo. La Luna se pone de puntillas pero nadie le echa cuenta. Lo técnico es accesorio. Si el periodista no es curioso, no es nada. Un periodista que no se interesa por saber lo que pasa a su alrededor para así hablar con propiedad y opinar con fundamento, no es periodista. Es alguien que busca pasar el tiempo y se matricula en una carrera que parece prometer relevancia pública. Los estudiantes de periodismo no sólo no leen, sino que no saben leer. De hecho, un alto porcentaje de ellos, esto se puede comprobar prestando atención a los novatos. No he hecho un estudio al respecto, pero nos sorprenderíamos de la cantidad de ellos que sólo saben de "deportes". Por hablar de ellos en este caso. He dicho "deportes". No. Saben de fútbol. Y ni de eso saben. Pregúntales por los Busby Babes.

El estudiante de periodismo medio no lee. No le interesa la actualidad. No le llama la atención lo que pasa a su alrededor y lo que le pasó a sus padres y abuelos. Lo que en un estudiante de Matemáticas o Ingeniería Técnica es una anécdota, para un periodista es un pecado. Y hay muchos pecadores. Mejor dicho. Hay muy pocos que pueden tirar la piedra.

Como cierre una anécdota que me contaron hace tiempo y que viene al caso. A una clase de 3º de Periodismo le encargan escribir un artículo sobre el aniversario de la Guerra Civil española. Mi interlocutor me dice que mientras aporreaba el ordenador, escuchó una conversación entre dos de sus compañeros.

- "¿Qué se refiere a la del 17 o por ahí o la del 36?"
- "No sé, tío. Voy a preguntar."

No siguieron risas a este comentario. Hablaban en serio.