miércoles, 31 de julio de 2013

Mantengan la karma

Un maestro y su discípulo se encontraban en una playa. Sentados en la arena. El discípulo pregunta al maestro:

- Oh, maestro, ¿qué es el karma?
- Querido discípulo, la explicación es bien sencilla. Hace un momento, mientras tomábamos un baño en el mar, tú has optado por aliviar tu esfínter en la zona hacia la que yo me dirigía nadando.
- Lo siento, maestro. Mi comportamiento fue inaceptable. Pero, ¿qué es el karma?
- El karma es que yo había hecho lo propio antes donde tú buceabas. Listo, que eres muy listo tú.

viernes, 12 de julio de 2013

El monstruo

La ventana de mi habitación da a una arboleda. En esos árboles moran multitud de insectos. De todos los tamaños, tipos y condiciones. Cuando llega el puto calor, opto por abrir la ventana por las noches, por aquello de la brisa nocturna. Asumo riesgos. Los asumí, porque desde hace algunos años, una mosquitera convive con el marco de la ventana por mi propia seguridad. Y es que a mí me pican mucho los insectos. Pero mucho. Tengo en proyecto realizar un ensayo sobre mi teoría al respecto. Creo firmemente que mi sabor es legendario. No cabe otra explicación. Digo más, estoy seguro de que los insectos locales - si es que los insectos están empadronados- contactan con los insectos extranjeros para que me prueben: "Venid aquí, este tío está tremendo. No habéis probado nada igual". 

Tengo asumido que todos los bichos me pican a mí. Son ya muchos años. Pero lo de la última vez hizo que reflexionara. Ha llegado el calor y duermo con la ventana abierta. Algún picotazo en estas pocas semanas, nada serio. Una mañana de hace unos cuatro días, y pese a mis denodados esfuerzos para que ésto no se produjese, entré en el ascensor con una vecina especialmente contraria a aceptar que los sus 50 nunca volverán. No es nada personal con la señora, sólo que es una vecina. Después de los "buenos días" de rigor, pulsé el botón del 0 y me dispuse a pasar esos 20 segundos que para mí son minutos cuando alguien extraño - y preguntón en este caso - comparte conmigo un espacio de 1'5 m x 1'5 m. Después de hablar - ella - del tiempo, bajó su mirada un instante y dio un gran respingo hacia atrás. Como si la industria de la laca se hundiera de pronto. "Pero chiquillo, ¿qué te ha picado ahí?". Llegamos a nuestro destino y la señora se fue alarmada. Con los brazos hacia el cielo y profiriendo alaridos. Yo miré hacia abajo y allí estaban, a la altura del pliegue de mi codo derecho. Tenía dos bíceps sobrevenidos. Dos montículos. El relieve era espectacular. Dos hinchazones que harían estremecerse al más torpe de los boxeadores. Aquello parecía obra de un martillo neumático.

La equidistancia de las picaduras ofrecían dos posibilidades igualmente aterradoras:

1) Aquel estropicio podía haberlo causado la colaboración de dos seres, de grandes proporciones que, provistos de escuadra y cartabón, arremetieron contra mi brazo asegurándose que el tamaño de las heridas - porque ya hablamos de herida - fuera el mismo y que se encontraran a la misma altura. Todo sería el trabajo de una noche larga y fatigosa hasta lograr su horrendo cometido.

La segunda posibilidad es la peor.

2) Lo que me quita el sueño por las noches, lo que hace que duerma fuertemente armado por lo que pudiera pasar, lo que explica mi paso por el notario recientemente para dejarlo todo bien atado por lo que pudiera pasar es que la carnicería hubiera corrido a cargo de un solo y, seguramente, prehistórico, insecto de poderosas mandíbulas. 

Seré ingerido cualquier noche.

martes, 9 de julio de 2013

Microcuento: El deseo truncado

Respondió que la deseaba a ella. Tras un silencio incómodo, la tendera llamó a gritos a su marido, el forzudo.

lunes, 1 de julio de 2013

Microcuento: El cívico cabrón

- ¡Sí es que eres tonto! ¡Eso te pasa por tonto!
- No te cebes con el chaval, hombre. Que se acaba de caer de la bicicleta. Ayúdale a que se levante.
- Tanta cabriola, tanto giro...
- Ya, hombre. Eso era peligroso. Entiendo que no te gusten ese tipo de temeridades, pero lo de la sal y el vinagre en las heridas sobra, Manuel.