jueves, 7 de mayo de 2020

21 motivos musicales (ni 20 ni 22) para no emprender la vía psicótica y acercarse a la felicidad durante al menos dos minutos

Todo funciona en esta canción. Tiene un único defecto siendo minuciosos: llega un momento, hacia el final, en el que acaba.

La Declaración de Independencia de los Estados Unidos tiene una particularidad brillante. Comienza garantizando los tres principales derechos del ser humano. No es ésta la particularidad. Los dos primeros son el derecho a la vida y el derecho a la libertad. Bien, estándar, apropiado, sin complicarse, nadie replicaría. Lo brillante viene en el tercero; derecho a la búsqueda de la felicidad. Todos los ciudadanos merecen por ley ser felices. Yo habría añadido el derecho a decir “que te jodan”. A una ex pareja, como en la canción, o al que sea que lo merezca. Es una necesidad consustancial al género humano, una forma de liberación emocional que si no nos acerca a la felicidad -que muchas veces sí- tampoco nos aleja. Y ya si es en forma de canción y tienes la voz de Cee Lo Green, mejor. Bruno Mars lo sabía, por eso compuso esta canción y se la cedió a la mitad de Gnarls Barkley, que la incluyó en The Lady Killer (2010). Mención especial al traje rosa. Posiblemente sea el único ser humano al que le quede bien.

Quejarse es un arte. No cualquier queja es válida. El mal quejoso siempre es repudiado aunque tenga razón. Incluso a veces uno se alegra de lo que aqueja al quejoso por lo mal que se queja. El Kanka se queja que da gusto. Y con fundamento. Si el médico te dice que pongas en entredicho la verdad más verdadera, lo mínimo es quejarse. Tan bien le salió esta queja que fue el título de su primer disco.
Incluso si estás crucificado por un delito que no has cometido hay motivos para mirar el lado bonito de la vida. Dicen que Eric Idle canturreaba esta canción -que él se inventó- en los descansos del rodaje de la escena final de La vida de Brian. Gustó a todos y se quedó. Lo que en principio fue un cierre inesperado para la película, pasó a ser un éxito incontestable y finalmente llegó a ser un himno 100%  Monty Python de la alegría de vivir.

Wild Cherry sacó sus cuatro discos entre 1976 y 1979. Lo mejor de todos ellos es esta canción. Plena vorágine de la música funk en los 70, con James Brown como deidad absoluta y merecida. Wild Cherry era una banda de rock. Tocaban en 2001 Club una noche cuando en una pausa entre canciones alguien gritó. “Play some funky music, white boy!”. Rob Parissi, el vocalista, tomó nota. Compuso la canción y el resultado es esta virguería que se te adhiere a las meninges desde los primeros compases. Y no se va nunca.

Una de las muchísimas virtudes de las películas de Guardianes de la Galaxia es el uso de clásicos pop para acentuar la conexión de Peter Quill con su madre, y ya de paso elevar los niveles de molar a niveles raramente alcanzados antes. Cuando pensábamos que el Awesome Mix Vol. 1 era prácticamente insuperable, llegó el Awesome Mix Vol. 2 en la segunda parte y se mantuvo la grandiosidad musical. Tan identificable es el buen gusto del director, James Gunn y su equipo, que en la aparición de los guardianes en la pantagruélica Infinity War -dirigida por los hermanos Russo- lo primero que destaca no es ninguna de las otras fortalezas de sus películas, como la acción o el humor, sino la música. The Rubberband Man es un clásico instantáneo desde el primer segundo.

7. Johnny B. Goode - Chuck Berry, Bruce Springsteen & The E Street Band
Chuck Berry no fue el primero, pero seguramente fue el mejor. Johnny B. Goode es su Capilla Sixtina. La historia de un chaval de Louisiana que nunca aprendió a leer o escribir demasiado bien, pero que tocaba la guitarra de la misma forma que tocaba un timbre. En esta actuación que nos ocupa tenía 69 años. La mirada, entre la fascinación y la incredulidad, que le dedica Bruce Springsteen -uno de sus apóstoles- en los primeros momentos de la canción nos representa a todos.

El 21 de julio de 1969 Neil Armstrong y Buzz Aldrin, por ese orden, pisaron la superficie lunar. Michael Collins, el tercero en discordia, se quedó con las ganas. Este hecho supuso un enorme impacto para la sociedad. Afectó en todos los ámbitos de la vida. También en la música. Ese mismo año David Bowie sacó Space Oddity. Tres años más tarde Elton John estrenó Honky Chateau. Dentro de este disco está Rocketman. Otra genialidad de la dupla Elton John/Bernie Taupin. Una de las canciones favoritas del que está escribiendo estas líneas. Tan buena es que dio título al prodigioso y descarnado biopic que protagonizó Taron Egerton. Como bonus track una actuación de Elton John disfrazado de Pato Donald en Central Park cantando Your Song.  

Life Aquatic es una película-homenaje a Jacques Cousteau dirigida por Wes Anderson y protagonizada por Bill Murray. Bastante rara. Bastante única. Bastante buena. Uno de los secundarios es un guitarrista brasileño que continuamente versiona canciones de David Bowie en portugués. La escena final comienza con Steven Zissou, el personaje de Bill Murray, vestido de gala con un gorro rojo sentado en una escalera. Aparece un niño vestido de tirolés. Steven sube el niño a sus hombros. Empieza a andar, a cámara lenta, mientras empieza a sonar Queen Bitch, de Bowie. Enlaza con los créditos finales en los que aparece la tripulación del Belafonte, que se va sumando, uno a uno, a Steven y al niño en un travelling largo. Es una maravilla de broche final.

En 1983 la Motown cumplía 25 años. Se grabó un especial de televisión. Por allí desfiló lo más destacable de la música negra contemporánea, es decir, lo más destacable de la música contemporánea: Temptations, Four Tops, Marvin Gaye, Smokey Robinson o Diana Ross & the Supremes. Y los Jackson 5. Incluido Michael . Cuatro años antes había sacado Off the Wall, que muy posiblemente sea el mejor disco de la historia del pop. Esa noche actuó con sus hermanos. Un medley con casi todos sus éxitos, que no son pocos. Cuando la última canción acabó Michael dijo que le gustaban las antiguas canciones, pero también las nuevas. Un año antes había salido esa catedral que es Thriller al mercado. Michael Jackson iba de negro. Calcetines brillantes. Igual que un guante. Sólo uno. Se pone un fedora y se coloca en posición. Empieza a sonar la entrada de Billie Jean. La gente se vuelve loca mientras MJ comienza un contoneo hipnótico. Esa noche hizo por primera vez el moonwalk. Esa noche cambió el mundo del entretenimiento. Y el mundo a secas.

Soul Train era un programa musical que se emitió en Estados Unidos durante 35 años. Lo presentaba Don Cornelius que era un señor muy trajeado, que en los 70 lucía un afro portentoso y cuya voz parecía venir del interior de un gruta. Por allí pasaba la absoluta élite musical , particularmente durante los 70. En 1973 se pasó por allí Stevie Wonder. El primer Stevie Wonder, el que aún no conocía ni las túnicas ni los ponchos ni las trenzas. Antes de actuar estuvo glorioso en la entrevista diciendo que no se le daba muy bien, por lo que fuese, escribir autógrafos. Era la época de Superstition. Pocos seres humanos a lo largo de la historia han logrado generar ese grado de asombro. Stevie Wonder es la respuesta a muchas preguntas. Un tío que se pone “Maravilla” de nombre artístico y le queda bien. Y luego está el baile de los presentes en el vídeo. Contorsiones inimaginables, almacenamiento y exposición de flow a niveles radioactivos. Son los negros diciéndole a los blancos “ya nos sabe mal pero esto no lo podéis hacer vosotros”.

A mediados de los 60 Bob Dylan electrificó su guitarra y aparcó la armónica. Para dar ese paso al rock se acompañó de una banda canadiense que era tan buena que se llamaba The Band. En 1976 se separaron y Scorsese hizo un documental de su último concierto. El documental es The Last Waltz e incluye, entre otras piezas gloriosas, Ophelia. Tocar mejor en directo es una empresa complicada, casi como pellizcar un cristal. Canta el batería, Levon Helm, que a efectos prácticos es el talento  musical hecho señor con barba.

En 1967 se publicó The 4 Seasons Present Frankie Valli Solo. Y efectivamente era Frankie Valli cantando solo. Se incluyó en el disco esta canción escrita a cuatro manos por Bob Gaudio y Bob Crewe. La canción es sobradamente conocida. Es redonda, es un regalo. Un amigo de servidor sostiene que es la canción que salvaría si se produjese una catástrofe digital y todas las copias musicales de la historia se borrasen sin remedio. Es posible que el amigo sea yo.

Al menos a tres de las chicas que rodean a Frankie Valli en esta actuación no les importaría demasiado estar en otro sitio en ese momento, eso también debe decirse.

Pongamos que el alma existe. Pongamos que por el mero hecho de nacer se te asigna una. Y que logras vivir una larga vida sin sucumbir y vendérsela a Milhouse por 5 dólares. Y que mueres y tu alma abandona tu cuerpo. Y que llega a algún tipo de oficina celestial. Y que se evalúan tus hechos, tus virtudes, tus errores. Y que si todo va bien entras en una zona vip en la que serás feliz toda la vida. Supongamos que pasas el examen y te llevan a una puerta cuyo marco es inalcanzable a la vista y cuyos goznes tienen el tamaño del faro de Chipiona. Supongamos que hay un señor custodiando esa puerta, un señor aseado con buena presencia, barba presentable.  Supongamos también que el señor de la puerta te da a elegir una canción que sonará mientras entres. Pues yo elegiría September, de Earth, Wind & Fire con Maurice White como cantante, por supuesto.

Si por alguna razón no tuvieran September, elegiría ésta.

En 1965 Otis Redding, leyenda del soul, vuelve a casa después de una larga gira. No queda satisfecho con el recibimiento que le prodiga su esposa y escribe esta canción en la que pide respeto. En 1967 Aretha Franklin, titánide del soul, hace su propia versión de la canción para el disco I never loved a man the way i  love you. Todo cambia. Las mismas palabras adquieren verdadero sentido cuando ella las canta. Aretha representa a todo un colectivo que sí que merece un respeto que no tiene. Nace un himno.

John Lennon compuso I Am the Walrus. Una canción bastante lisérgica dentro de ese discazo que es Magical Mistery Tour (1967). Una especie de homenaje a la morsa de Alicia en el País de las Maravillas. El videoclip no tiene desperdicio. En 1998 George Martin, conocido como “El quinto Beatle” produce un disco recopilatorio de canciones de los Beatles con la participación de actores como Robin Williams o Sean Connery. La versión de la canción que nos ocupa es de Jim Carrey y es -no tan- sorprendentemente excelsa.

Quizá la única pega visible y notoria de Will Smith sea su amistad con Pablo Motos. Esta canción te gusta aunque no la hayas escuchado aún. 

Concierto de Jamiroquai en Verona. Llueve. “The rain can’t stop the party”. Empieza a sonar Little L. Una canción que incluye palmadas, por cierto. Las canciones en las que hay palmadas nos unen como comunidad. Por eso a tanta gente le gusta Friends. La cantidad de groove que se exhibe en esta canción resulta impúdica. Gran responsable de este sortilegio es este hombre con penacho indio en la cabeza. Su nombre es Jay Kay. Un momento, ¿acabas de descubrir que Jamiroquai es un grupo y no el nombre artístico del cantante? No pasa nada, todos hemos pasado por ahí. 

Carpool Karaoke es un sección gloriosa de The Late Late Show with James Corden. James Corden se monta en un coche con un cantante o un grupo y van intercalando canciones propias en una entrevista. Han pasado por allí casi todos: Sia, Sir Paul McCartney, Bruno Mars, Ed Sheeran, Stevie Wonder, Elton John, Kanye West -versión aérea-, Foo Fighters, Michael Bublé, Chris Martin… Y también los Red Hot Chili Peppers. El vídeo entero es maravilloso. Entre otras cosas, Anthony Kiedis revela que Cher fue su niñera. Aún así se reclama la atención del lector en lo que ocurre a partir del minuto 13:24. El qué es sencillo: cantan By the way. Lo importante aquí es el cómo. 

Louis Prima era un trompetista y cantante de jazz de Nueva Orleans, que era también conocido como “El rey del swing”. Quizá no sea tan conocido universalmente como otro trompetista y cantante de jazz paisano y tocayo suyo que se apellidaba Armstrong, pero no le quita brillantez. Puso voz al rey Louie de El libro de la selva de Disney, por cierto. La canción que nos interesa en este caso es una versión de la original que era un tango en alemán publicado en Viena en 1929 y compuesto por Julius Brammer. Irving Caesar adaptó la letra al inglés y se han hecho innumerables versiones. Una de las mejores es la que hizo Louis Prima con su esposa Keely Smith. En esta actuación para televisión le sumaron un componente de sketch cómico y el resultado es bastante satisfactorio.