sábado, 16 de febrero de 2013

El mejor actor vivo

Hacía semanas que quería ver Lincoln, la nueva película de Steven Spielberg.

He visto la película que pensaba que iba a ver. Un retrato, algo idealizado, de uno de los hombres más importantes de la historia de los Estados Unidos de Norteamérica durante sus últimos meses de vida. El hombre que abolió la esclavitud. Quizá junto a Rosa Parks y Martin Luther King uno de los personajes más influyentes para hacer ver al resto de la Humanidad lo absurdo e ilógico del racismo. Es conveniente atesorar conocimientos leves sobre la Guerra de Secesión norteamericana y sobre la naturaleza de los dos partidos políticos más importantes del país de las barras y estrellas, antes de empezar el visionado.

Estaba hablando de Abraham Lincoln. Además, ¡era republicano! Spielberg aprovecha que el Potomac pasa por Washington para recordar a los actuales miembros del partido del elefante que alguna vez fueron seres humanos. Con sentido común, coherencia, raciocinio y demás adiciones. No deja de resultar curioso que el presidente americano que acabó con la lacra esclavista perteneció al mismo partido político al que han representado algunos tuercebotas yankis como Palin, Romney, Bush padre, Bush hijo ...

Daniel Day-Lewis interpreta al barbudo presidente. Lo interpreta... Rectifico. Durante aproximadamente 149 minutos, Abraham Lincoln vuelve a la vida y se pasea ante la atónita mirada de los espectadores. Se mueve, habla con el resto de actores, sonríe, brama, es objeto de diversos planos impregnados de lirismo, solemnidad y orgullo patrio...En el panorama actoral de hoy, con bustos parlantes que cobran por aparecer en pantalla y decir unas frases, el concepto "interpretación" debería ser revisado de forma inmediata. Es injusto que la labor que realiza Daniel Day-Lewis sea denominada de la misma forma que la de los perpetradores de parte de la cartelera actual. Juegan en ligas diferentes. Es injusto para ellos. Sin embargo, al protagonista de múltiples y variadas lecciones interpretativas - háganme y háganse un favor y disfruten o vuelvan a disfrutar de En el nombre del padre (1989) y Mi pie izquierdo (1993), por nombrar dos ejemplos - dignas de exponer en las escuelas de cine, le da exactamente igual. Ser actor es su oficio. Para otros es una forma de hacerse ricos. En fútbol hay un caso parecido. Christian Vieri es un ex jugador de fútbol que militó en los tres grandes equipos de Italia: Juventus, Inter de Milán y AC Milan. Durante algunos años fue considerado uno de los mejores delanteros del mundo. Para él, el fútbol era un trabajo. No era un fanático. Incluso aseguraba que no veía ningún partido en su tiempo libre.

Daniel Day-Lewis es un tipo de actor que ya no existe. Es como el último león de la sabana. Todos los demás se han ido. Algunos para siempre - Marlon Brando, James Stewart, Jack Lemmon -, otros se han hecho vegetarianos - Robert de Niro, Jack Nicholson - y otros perdieron los colmillos por la edad - Kirk Douglas -.... Otro día hablaremos de leonas.

Una veintena de películas adorna la excelente carrera  cinematográfica del último mohicano. Para un actor de 55 años se antoja una cifra corta. Pero no es más que el resultado de seleccionar con cuidado y acierto los proyectos que se emprenden. Es el modelo a seguir, y no una rareza.

Más que posiblemente, Daniel Day-Lewis ganará su tercer Oscar en pocos días. De forma merecida. De forma incontestable. No creo que para él suponga un hecho diferencial en su carrera. Es un premio más.  Por supuesto irá a recogerlo y sonreirá en la alfombra roja. Pero sólo porque es parte del trabajo. Sospecho - y quiero creer - que no le da prácticamente importancia a los premios. Su condición de eterno va más allá de los galardones. Me gusta pensar que sabe que es realmente el mejor actor vivo.

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