lunes, 2 de diciembre de 2013

Visita al médico

De vez en cuando hay que ir al médico. Esa es la putada. No porque te encuentres mal físicamente. Hay individuos que estando sanos están mal físicamente, no tiene nada que ver. Lo peor es el ambiente casi diría tétrico y lúgubre que se vive en las salas de espera. Las toses, los quejidos, los malestares hechos sonido. Dice Michael Scott (The Office versión América, im-pres-cin-di-ble) que en su mente asocia los hospitales a la enfermedad. Parece una perogrullada y sin embargo, lo es. Sin embargo, a veces ocurren circunstancias que alteran la rutina médica y convierten la visita en reseñable.

Me encontraba yo en una sala de espera. Un resfriado regular. Lo de todo los otoños. Estándar. Había un par de señoras cuyas edades sumadas daban cuatro dígitos. El resto de asientos vacíos. Dicen mi nombre y, obediente, entro. Dentro, una doctora. Ni buenas tardes cuando suena el timbre. Se levanta porque no tiene nadie encargado a tal efecto. A lo largo de la consulta - que durará 8 minutos - se levantará y disculpará en 4 ocasiones. Pero esa es otra historia. Lo curioso es la tanda de preguntas iniciales antes del reconocimiento. Curioso, raro, inusual.

Después de las clásicas (nombre, edad, dirección) viene la primera pregunta rara. ¿Es usted soltero?, me dice. Respondo que me aguanta mi madre y sólo porque me cogió aprecio con los años. Quiero pensar que no me escuchó porque la siguiente pregunta fue: ¿vives en pareja? Supongo que me vería cara de guardia civil. Le aclaro que no y prosigue con el cuestionario. Me dice que le cuente mi problema. ¿Cuál de ellos?, intento aclarar. Resulta que era el que me trajo al médico, casualidades de la vida. Durante algunos minutos hablamos de irritaciones de garganta, toses ásperas y otro tipo de asuntos apasionantes. La doctora se interesa por si fumo. Le digo que no. Me adelanto y le comento que trabajo en la radio.

ACLARACIÓN: trabajar es un concepto complejo. Hago radio porque hablo algunas horas a la semana delante de un micrófono pero no cobro por ello. Siendo más concreto, me dijeron en su momento que cobraría según mis aptitudes. Y en esas estoy, que le debo dinero a la radio.

Una vez que comenté el asunto radiofónico la doctora parecía esperar que rematara mi confesión. Y no existía tal remate. Tarde de suposiciones, otra vez pensé que esta mujer entendería mi mensaje. Que en este caso no era otro que al estar mal de la garganta y tener que hablar engolando la voz durante cierto tiempo quizá eso me habría afectado. Pero otra vez supuse mal. La doctora enlazó mi comentario con su pregunta anterior y espetó: ah, ¿en la radio fuman y con el humo...? En ningún momento le dije que trabajaba con José Luis Garci.

El cuestionario no acabó aquí. Fue a más. A más raro y estrambótico. Pero es que tengo que hacer cosas.

2 comentarios:

  1. Es un poco raro que te comente ahora en esto que es de hace tiempo...pero acabo de descubrir tu blog y ♥. Piensa que quizas la doctora ante tales preguntas te estaba tirando porque extrañas son un rato...jajajajaja Puede ser peor, mi medico es tartamudo y mucho. Un beso, no dejes de escribir.

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  2. Muchas gracias por leerme! Me alegra que te haya gustado, un saludo!

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