sábado, 21 de junio de 2014

Ronaldo no es un gordito

Escribo estas líneas indignado. Ofendido, molesto. Hace unas horas Klose ha empatado a Ronaldo como máximo goleador de la historia de los Mundiales (Actualización: en semifinales, ante Brasil, quedó como máximo goleador en solitario). Me alegro por Miroslav, pertenece a esa estirpe de futbolistas que ni saben jugar al fútbol, ni les interesa hacerlo. Su vida es el gol.

Decía que estoy indignado, ofendido; incluso molesto. Leyendo algunas reflexiones sobre esta hazaña absoluta he advertido varias referencias al futbolista brasileño que me han tocado la moral. "El entrañable gordito". Negro sobre blanco en un medio deportivo leído por millones de personas. ¿Entrañable gordito? Mire usted, no.

Ronaldo Nazario da Lima es el mejor delantero centro que estos ojitos que ustedes no ven han visto. La perfección jugó con el 9 en el FC Barcelona en la temporada 96/97. El Dios del fútbol se encontraba ocioso tras el declive de Diego Armando. Eligió como nuevo representante en la Tierra a un jovencísimo brasileño todo fibra, todo potencia, todo fantasía.

El gol ante el Compostela representa a Ronaldo. Pero me quedo con otro. Camp Nou, Valencia CF como rival. Ronaldo es Houdini. Arranca con espacio, como le gusta. Conforme se acerca al área el portero tiembla. Es normal. ¿No tiembla un antílope cuando ve al guepardo llegar? Los centrales del Valencia entienden que la mejor opción para frenar a semejante prodigio de la naturaleza es bloquearle el paso. Comienzan la maniobra, tratando interponerse entre la portería y el genio de incisivos afilados. Como si de la puerta de un ascensor se tratase, el espacio por el que Ronaldo puede pasar se hace cada vez más mínimo. Tras juntar hombro con hombro parece que la acción ha sido satisfactoria. Pero Ronaldo es un Looney Toon. No es real, no lo parece al menos. Con una punta de velocidad inhumana se había colado entre los dos defensores. Pero, ¿cómo lo había hecho? Los genios son así de inexplicables. Ya ante el portero, se pueden hacer una idea de qué sucedió: un día más en la oficina.

Una lesión atroz le hizo perderse dos años de fútbol. Cuando era el mejor. Una lesión que destruiría psicológicamente a cualquiera. Pero se recuperó, volvió a ser el mejor. En 2002, en un Mundial, hizo su reaparición. Había vuelto. Al menos su talento, su capacidad de dominar el área a su antojo, su apabullante superioridad, la sonrojante comparación con el resto de compañeros de oficio. Tras su "Tranquilos, he vuelto" en tierras asiáticas comprobamos que su físico sí había cambiado. Nunca más fue ese junco inalterable de Barcelona. Pero el talento no se olvida. Su tendencia a la redondez en los siguientes años de su trayectoría unida a la irrupción de un fantástico futbolista porugués con el mismo nombre ha provocado, inexplicablemente, una falta de respeto puntual y muy desagradable para servidor hacia O Fenomeno.Insisto, mire usted, no.

Podría enumerar sus cifras goleadoras, sus títulos, sus apariciones en Mundiales. Pero no hace falta; el talento no tiene abdominales.

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