viernes, 11 de octubre de 2013

Gracias

Tener gracia es una casualidad. Me refiero a esa cualidad inherente a algunos seres vivos consistente en provocar hilaridad sólo con una frase estándar. Por el contrario existen formas de vida que incluso con el mejor chiste jamás creado no lograrían ni una sonrisa. Muchos factores influyen: el rostro, el tono de voz, la agilidad mental, el contexto. Décimas de milímetro lo determinan. Uno puede ser gracioso - que está bien - o puede ser "un gracioso". Si eres un gracioso no tienes ni puta gracia - aunque lo intentes, y lo intentas mucho que lo sé yo - y en tu casa lo saben, que es peor. 

Por norma general, el gracioso, no sólo acierta con sus comentarios a la hora de producir risotadas varias, sino que sabe parar. Algo fundamental, por supuesto. El problema de los que son "un gracioso" es que quizá logren acertar con un comentario ingenioso que arranque carcajadas pero, incapaces de asimilar su éxito repentino y retirarse a tiempo, se aventuran con otro comentario que les devuelve a su realidad gris de chistes que deben ser explicados una y otra vez entre risas forzadas que esconden una infancia difícil.

Conozco un caso curioso. Implica a "un gracioso" que un día, para evitar que le azotaran con la famosa y temible rima del 5, cambió la o del final por una i, en una suerte de italianización simpática del término. Y la ocurrencia cayó bien entre los congregados a su alrededor. Ahí estuvo el fatídico error. Desde entonces, este hombre al que llamaremos Basilio, SIEMPRE habla con una i al final de la mayoría de las palabras. Y lo que es peor, acompaña cada una de esas palabras italianizadas con una sonrisa bobalicona como diciendo "he vuelto a hacerlo".

Basilio tiene una papelería. Entre otras cosas vende periódicos. Es decir, trata con mucha gente al cabo del día. Mucha gente que escucha a diario: "Buenos días, ¿el Marqui?" o "¿Cargar el bonobús? ¿Con transbordi o sin transbordi? ¿Te pongo cinqui euros?" Insisto, a este tipo de comentarios siempre les acompaña una sonrisa que sirve de invitación al otro para que valore la gracia. Pero, amigos, cuando escuchas esa clase de bromas día tras día, en lo único que piensas es en qué lugar nunca encontrarían el cuerpo.

Hasta aquí la reflexión de hoy. Hasta luegui.

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