miércoles, 9 de octubre de 2013

Una oca y un ganso

El otro día pasé por el barrio en el que viví mis primeros años. Viví allí hasta que cumplí tres. La medicina dice que yo no puedo recordar nada o casi nada de aquellos años. Esa señora miente por completo. Tengo un recuerdo prístino de esos años. Sólo uno, pero muy vívido, muy real. Y no es para menos. Mi recuerdo tiene que ver con mis vecinos. Concretamente con sus mascotas. No eran perros, ni gatos, ni hámsters, ni cerdos vietnamitas, ni siquiera agapornis. Amigos, yo tenía unos vecinos que como mascotas tenían una oca y un ganso.

Con el tiempo descubrí que eso no era lo normal. Que tienes que estar muy tocado de la cabeza para meter en un piso a dos anátidas.  O ser Joey y Chandler.

Lo que quiero decir es que cuando supe que eso no era lo normal ya había interiorizado que la gente podía tener como mascota a una oca y un ganso. Ya había puesto mis cimientos. Y por eso escucho la música que escucho, por eso me gusta más Fritz Lang que Steven Spielberg, por eso mis relaciones humanas son raras, por eso me gusta tanto la radio, por eso creo un blog para hablar de cine y acabo escribiendo textos absurdos como este.


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