sábado, 19 de octubre de 2013

Educación española es oxímoron

La educación en este país llamado Españñña es francamente deficiente. Y el cielo es azul. Y cuando te dicen que ya te llamarán no te llamarán nunca.

Me refiero a la educación de los colegios. Es muy mala. Si la comparamos con la que se imparte en otros países las ganas de llorar son inaguantables. Siempre que hablo con un ser humano de otro país y sale este tema de conversación me gusta contar una anécdota que ilustra de forma clara la ineptitud de muchos de los encargados de formar e instruir a las jóvenes mentes españolas. De forma más coloquial, ilustra el "nivelito" español. Ojo, por supuesto que existen profesores y tutores que son fantásticos y espolean a la chavalada para que lleguen incluso a disfrutar aprendiendo. Desde aquí un afectuoso saludo a esos profesores. A los tres. Voy con la anécdota.

5º de Primaria. Quizá 6º, nunca 4º. Siempre tuve problemas con la asignatura de Música. Concretamente a la hora de tocar la flauta (el autor deja a disposición del lector un espacio de 5-10 segundos para que piense en todo tipo de metáforas en tono de humor relacionadas con esta última afirmación). No se me daba bien, a ello se le sumaba de algún modo el pánico escénico y el resultado era catastrófico. La profesora se llamaba Virtudes y se sacó las oposiciones para hija de puta con nota. Dos de los defectos que vician el oficio de maestro son el de no saber dar clase y el de no querer dar clase. Virtudes tenía los dos. Y muchos más, pero lamentablemente, no cobro por palabras. Cada clase de la señorita Virtudes era un suplicio. Transmitía el profundo hastío que sentía por los niños a los que (nunca) enseñaba. Seguro que vivía sola y con muchos, muchos gatos.

Un día, y aquí viene la anécdota, opté por inventar una excusa para evitar el examen de flauta. En su momento pensé que era la excusa perfecta. Pero la reflexión y los años me han demostrado que es de las más tontas que he urdido. Y mira que he urdido muchas y muy lamentables algunas. Lo peor no es el grado de lamentabilidad de la excusa, no. Lo peor es la reacción que tuvo Virtudes.

Al oír mi nombre y apellido me levanté de la silla, cogí la flauta y me dirigí hacia la mesa de Virtudes. Como parte de la performance, me llevé la mano a la garganta en varias ocasiones en ese corto trayecto y fingí alguna tos. Virtudes tenía la cara de "otro suspenso más; lo sé, lo sabes, lo saben" que solía poner cuando me tocaba examen. Al confrontarla, levanté la cabeza y con un susurro casi inaudible y muy afectado dije: No puedo tocar la flauta. Estoy afónico.

Pensemos en lo absurdo de la frase. En lo erróneo del planteamiento. En que parece más una gracieta que un motivo real para no hacer el examen. Pensemos en todo ello. Ahora pensemos en cómo sería el CI de Virtudes que puso cara de desagrado y dijo que ese día no, pero que la semana siguiente sí tendría que examinarme.

Lo peor es que hay muchas Virtudes.


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