viernes, 21 de agosto de 2015

A Daniel Rabinovich

Lo anunciaron poco antes de empezar el espectáculo. Rabinovich no saldría al escenario esa noche, se encontraba indispuesto. Se produjo un murmullo entre el público. Lógico, no era cualquier ausencia. Rápidamente salieron todos los demás: Mundstock, Maronna, Núñez Cortés, López Puccio y otros dos hombres desconocidos vestidos como Les Luthiers, los reemplazantes de Rabinovich. La función fue excelente, como siempre. Pero faltaba la guinda. Mala suerte, pensé. El año que viene nos veremos, Daniel. Esto ocurió en 2013. 

Viernes, 21 de agosto de 2015. "Ha muerto Daniel Rabinovich". He releído varias veces el titular, esperando que fuera un error, deseando que fuera un error. Para Argentina, para su familia, para sus compañeros, para el mundo de la cultura, la pérdida es irreparable. Se va uno de los luthiers más queridos, seguramente el más carismático, el más cercano. Uno puede escuchar a Mundstock hacer una de sus brillantes introducciones y quedar abrumado por su voz absoluta, puede asistir obnubilado a la maestría de Maronna a la guitarra o de López Puccio al violín (latín), puede fascinarse por cómo Núñez Cortés es capaz de tocar una pieza imposible al piano con las manos cruzadas mientras guiña un ojo al público. Pero Rabinovich era único.

Hacer reír posiblemente sea de las cosas más difíciles de la existencia. Rabinovich lo hacía como nadie. Una mirada cómplice, un arqueo de cejas. No hacía falta más. Las carcajadas  venían en oleadas. No he visto a nadie capaz de genera tanta empatía de forma instantánea, sólo Rabinovich. Por si fuera poco también cantaba, actuaba, tocaba instrumentos. Todo prodigiosamente. No era posible ver un recital de Les Luthiers y no enamorarte de él irremediablemente. Se ha ido el hombre, pero queda el artista y sus - innumerables - momentos únicos. Su particular monólogo, el bolero "Pérdonala", la payada de la vaca... Si lees esto y no te suena nada, enhorabuena, eres la persona más afortunada del mundo. Disfruta.

Siento como si hubiera fallecido un familiar muy querido. Creo que nadie me ha hecho reír más en mi vida. Recuerdo perfectamente la primera vez que vi a Rabinovich y a Les Luthiers en directo. Recuerdo perfectamente que cuando el telón se abrió y aparecieron empecé a aplaudir como si por decreto al día siguiente estuviera prohibido. En pleno aplauso me di cuenta. Estaba sonriendo desde que los vi. Una sonrisa espontánea, sincera. Duró todo el show. Se acentuaba cuando Rabinovich hacía alguno de sus gestos al público, se desbocó cuando cantó Ya no te amo Raúl/a. Entre excelentes, él destacaba. Muchas veces - casi todas - se banaliza el término "genio". Tanto que pierde el significado. Salvo en contadísimas ocasiones.

Rabinovich era un maestro. Una persona a la que sólo se le puede agradecer por tanto entregado, por tanta risa. Un imprescindible de la cultura y el humor en castellano. Un irremplazable. Un genio.

Hemos perdido mucho. Hasta siempre, Daniel. Y gracias por todo.


1 comentario:

  1. Pérdida irreparable la que sufre nuestra cultura humorística de gran valía. El recuerdo que nos deja es pletórico por su humor brillante y de intelecto. Donde esté con seguridad que rodeará de alegría a quienes lo acompañen en este tránsito. nunca lo olvidaremos Dios te siga colmando de bendiciones y sonrisas.

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