sábado, 24 de noviembre de 2012

Marilyn también iba al baño

Marilyn Monroe - Norma Jeane Mortenson - es un icono.

Algunas personas nacen con estrella. Tienen don. Algo inherente a su ser. Algo que les hace destacar por encima de la mediocridad. No se puede explicar científicamente. Es un lo tienes o no lo tienes.

Marilyn lo tenía. Todos querían que les cantara el "Happy birthday". Wanna be loved by her.

Ciertos manchafolios doctos e ilustrados en la materia aseguran que sólo era una cara bonita . Como tantas otras. Una afortunada que supo valerse de su físico para labrarse una trayectoria. Pues mire usted. Sí y no.

Su exuberancia física era - es - irrebatible. Como dato curioso, leí el otro día que usaba la talla 42. No hace falta que les hable de lo repugnante de los cánones de belleza actuales, ¿no? Decía que su físico era un activo importante en sus primeros años. Como ocurría, ocurre y ocurrirá con tantas y tantas pseudo actrices. Pero con Marilyn era diferente. Una actriz no participa en películas del calado de Con faldas y a lo loco, Eva al desnudo, La jungla de asfalto o La tentación vive arriba sólo por un rostro agraciado.

También es verdad que la rubia actriz no era el adalid de la responsabilidad y la seriedad. Trabajando con Billy Wilder, sufrió un toque de atención por sus repetidas impuntualidades. La respuesta de Marilyn fue sonrojante. Dijo que no conocía bien el camino al estudio dónde se grababa la película. Respuesta lógica y comprensible si no fuera porque llevaba trabajando en esa productora - y esos estudios - más de cinco años.

Pese a la demostración de falta de rigor profesional de la Monroe durante el rodaje de La tentación vive arriba (1955), Billy Wilder volvió a contar con ella para Con faldas y a loco (1959). Marilyn volvió a dar quebraderos de cabeza. No se sabía sus líneas. Seguía llegando tarde con asiduidad. Pero su interpretación fue uno de los motivos fundamentales que colocaron a esta película como una obra cumbre del cine. Un imprescindible. De forma sardónica - como siempre - Wilder comentó que tenía una tía en Viena que llegaría puntual cada mañana y se sabría los diálogos, incluso del revés. Pero, apostillaba, ¿quién coño iría a verla?

Pues eso. Marilyn Monroe era única y absolutamente irrepetible. Su vida amorosa ocupó miles de páginas de la prensa rosa durante los 50 y 60. Sin duda, el más peculiar de sus romances fue el que mantuvo con el genial dramaturgo Arthur Miller. Su matrimonio duró seis años, desde 1956 hasta 1962. Plusmarca personal de la actriz. ¿De qué hablaban en las sobremesas? Vaya usted a saber.

El glamour era una constante en la vida de Marilyn Monroe. Un rasgo definitorio e innato - conste que yo ignoro la definición de "glamour", sólo sé que Marilyn lo tenía -. Ella sabía que era un modelo a seguir para muchas mujeres de la época. Rectifico.Sabía que era envidiada por muchas mujeres de la época y admirada por otras.

En los primeros tiempos de su noviazgo con Miller, la pareja acudió a almorzar a la casa familiar del escritor. Marilyn iba a conocer a su suegra. Se me ocurren, a bote pronto, unos 325 comentarios reprobatorios que la señora madre de Arthur Miller habría espetado a su hijo sobre lo poco recomendable que era esa chica para él. Pero lo cierto es que cuando surgieron los ¿con leche o solo?, la señora Miller estaba encantada con su nuera. El encanto de la estrella del celuloide flotaba en el salón comedor del humilde apartamento situado en Brooklyn en el cual el brillante escritor norteamericano tomó la inspiración para Muerte de un viajante.

Sin embargo, incluso la gente que sale en las películas tiene urgencias fisiológicas. Marilyn preguntó dónde estaba el cuarto de baño y allí se encaminó. Cabe indicar que el apartamento de la señora Miller era francamente humilde. Las paredes eran de papel. Así que Marilyn optó por abrir los grifos para ahogar cualquier sonido que se pudiera filtrar hacia el salón. Algo lógico. Terminada la operación, Marilyn cerró los grifos, tiró de la cisterna -supongo - y volvió al salón. La tarde transcurrió con total normalidad, con pastas y galletitas mediante me atrevo a aventurar.

A los pocos días, Arthur Miller volvió a visitar a su santa madre. Esta vez sin la compañía de Marilyn.

- ¿Qué te pareció Marilyn?, - preguntó Arthur - ¿maravillosa, verdad?
- Es encantadora, querido, - respondió dulcemente la anciana señora Miller - ¡pero mea como un caballo!

2 comentarios:

  1. Qué buena la anécdota del final, me he descojonado.
    PD: ¿Miller también la llamaba Marilyn?

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    1. Tienes razón. Probablemente la llamara Norma. O "mi vía entera".

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