domingo, 14 de abril de 2013

El indeciso

La vida es la suma de tus decisiones. La mayoría de ellas serán erróneas. Creerás que no cuando las hagas, pero será así. La buena voluntad en las más de las ocasiones es tan fútil como querer pellizcar un cristal. La búsqueda de la felicidad está minada de dudas. De hecho es sano. Para mejor comprensión, vean Delitos y faltas (Woody Allen, 1989) y encontrarán una explicación sólida, sagaz, ingeniosa, hiriente y cruda (todo eso) de lo mujer de vida alegre que es la existencia humana. O lean a Sartre. Lo que les sea más cómodo. Yo gano lo mismo.

Un hombre camina por la calle. Mediana edad, no cumple los 55. Pelo canoso, pantalón de pana y jersey abrigador. Una bolsa en su mano diestra. Realmente, la bolsa cambia de mano con frecuencia. El hombre, que podría pasar perfectamente por ferroviario o zapatero, camina nervioso. Como con mucha prisa. La bolsa es tan manoseada que podría confundirse con las intenciones de su portador. Hay prisa pero también se nota en su rostro cierta duda. Parece que no está del todo conforme con lo que está haciendo. Como si no quisiera ir realmente, con esa bolsa, a ese sitio X. El hombre está indeciso.

El hombre indeciso repite una extraña rutina. Camina unos doce pasos, se para,mira la bolsa, gira sobre sus talones y emprende el camino contrario. Otros doce de pasos y la misma cantinela. Este aparente absurdo se repite durante varios minutos. Los viandantes pasan continuamente sin reparar en el tremendo dilema moral que debe aquejar a este hombre para que cambie de rumbo cada doce pasos. La batalla en los adentros de ese ciudadano debía ser titánica. ¿Qué había en esa bolsa? ¿Adónde se dirigía ese hombre? ¿Qué grado de urgencia había en su viaje? ¿Por qué doce pasos y no trece, once o incluso diez? Preguntas, preguntas y más preguntas. El hombre seguía atorado. No veía la salida en aquel túnel angosto. Cuando parecía que sí, que había tomado la decisión definitiva, que por fin avanzaría en una dirección u otra... vuelta atrás. El paso trece nunca llegaba.

Pero claro, nada es eterno. Y por tanto, el hombre indeciso en algún momento decidió poner fin a esa rutina absurda. Tras los enésimos doce pasos y el parón de rigor, el hombre se reunió con la razón y el corazón. Alineó a todas sus neuronas, las aleccionó para que estuviera prestas para dirimir por fin qué camino tomar definitivamente. Se preparó para la batalla final contra los demonios que atormentaban su mente. Dejó de escuchar a los representantes del de barbas y el de cuernos que susurraban argumentos maniqueos en sus oídos. Tomó una decisión.

- Ea, ¡al carajo!

El paso trece le encaminó hacia el bar más próximo. Tiró la bolsa, y su contenido, a la basura.

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