domingo, 14 de octubre de 2012

John Cazale: el actor perfecto

Un buen día - o malo, no sé si llovió - los hermanos Lumière se inspiraron en el kinetoscopio de Edison para crear el cinematógrafo. Por tanto, pusieron las bases técnicas de lo que conoceríamos más adelante como cine.

Han pasado más de 100 años. Miles de actores y actrices se han puesto delante de las cámaras para dar vida a infinidad de personajes. Desde el mudo hasta la horrorosa etapa actual del 3-D. Algunos de estos actores son iconos de la cultura popular. Dioses mundanos. Pero todos tienen un talón de Aquiles. Un fracaso en su trayectoria. Un borrón, como todo buen escribano. Ejemplifico:

Buster Keaton es un genio. Nadie pondrá nunca cara de absolutamente nada de forma tan brillante como él. El moderno Sherlock Holmes, Siete ocasiones o El maquinista de la General son auténticas exhibiciones de talento. Pero en su ocaso perpetró abominaciones - fruto del incomprensible desprecio que le profesaba el público de la época -como L'incantevole nemica.

Marlon Brando es el mejor actor de la historia del cine. El Marco Antonio orador de Julio César, el visceral Stanley Kowalski de Un tranvía llamado deseo, el mil millones de veces  imitado Vito Corleone de El Padrino o el totémico Coronel Kurtz de Apocalypse Now son sólo algunos de los inmortales personajes a los que dio vida Brando. No obstante, su peculiar personalidad hizo que de tanto en cuando accediera a trabajar en películas tipo La isla del doctor Moreau.

Robert de Niro. El mejor de su generación. Vito Corleone (joven), Travis Bickle, Jimmy Conway, Jake LaMotta, Sam "Ace" Rothstein. No se entiende el cine moderno - que se lo digan a Scorsese - sin su trabajo. Aunque en España se admire más a Ricard Solans que al propio de Niro. Sin embargo, a partir de mediados de los 90, comenzó a interesarse más por los dólares que por los guiones. Ahí está la saga de "Los padres de..." Y así hasta hoy.

Todos los grandes de la interpretación tienen sus momentos Guadiana. ¿Todos? No. La excepción que confirma la regla tiene nombre y apellido: John Cazale.

Sólo cinco películas en su corta filmografía. Cinco imprescindibles del cine de los últimos 40 años. Cinco interpretaciones memorables. Cinco es un número muy corto. El cáncer se llevó a este magnífico actor a los 42 años. Desde este blog se recomienda encarecidamente, casi con la rodilla tocando el suelo, el visionado del documental Descubriendo a John Cazale.

Cazale era un actor modesto. No destacaba a simple vista. Un individuo gris dirían algunos. Hacía teatro y se presentaba a todos los castings habidos. En una de esas interminables esperas, arrugando cada vez más el papel de las frases mientras fruncía el ceño para recordarlas, trabó amistad con un tal Al Pacino. Ambos fueron seleccionados para dar vida a dos de los personajes principales de El Padrino. El aspecto apocado y simplón de Cazale provocó que Coppola no tuviera dudas al otorgarle el papel de Fredo Corleone. Su debut en el cine. El débil de la familia. Su papel en esta primera parte se centra en poner las bases de lo que pasará en la segunda.

Fredo Corleone es el segundo de los hijos del jefe de la familia Corleone. Es desgarbado, torpe, poco agraciado. John Cazale supo darle al personaje ese punto de ternura que daba a todas sus creaciones. Patetismo no, pero casi. Su inteligencia le permitía conservar cierta dignidad en sus actos, para luego perderla en la siguiente frase y empezar de nuevo. Su personaje era muy complejo. El hijo acomplejado de un maestro del crimen organizado.

La siguiente película de John Cazale fue La conversación (1974), también de Coppola. En esta ocasión, subió un peldaño más. A efectos prácticos, era el protagonista junto a Gene Hackman de este brillante thriller de espías con ansia de poder.

En el mismo año, volvió a dar vida a Fredo Corleone. Su importancia en la película es trascendental. Protagoniza cuatro momentos no sólo capitales para la trama, sino también para el cine como arte. El baile de fin de año en Cuba ("I knew it was you, Fredo. You broke my heart"), la discusión con Michael en la casa junto al lago - esa tumbona, esa pose - ("You're nothing to me now"), el rezo en la barca justo antes de que Al Neri cumpla las órdenes de su amo y la  pragmática y escalofriante escena final en forma de flashback. John Cazale es uno de los grandes culpables de que la saga de los Corleone sea legendaria. 

En el 75, volvió a compartir encuadre con su amigo Al Pacino. Tarde de perros, de Sidney Lumet. Una de atracadores de bancos que caen bien. Sin duda, uno de sus papeles más peculiares. Como también lo era la rocambolesca y, en su fondo, bizarra historia que la película narraba. Todo dispuesto para el lucimiento de Pacino. Aunque con la inestimable ayuda de Salvatore Naturile/Cazale. En el segundo plano destacaba como nadie. Si la vida no fuera tan cruda quizá habría llegado al nivel de secundarios como Walter Brennan.

- ¿A qué país te gustaría ir? 

- Wyoming. 


- Sal, Wyoming no es un país.

Tres años más tarde, y ya gravemente enfermo, rodó su última película: El cazador. Uno de los relatos más crudos y explícitos sobre las guerras y sus efectos en primer plano. Cazale formaba parte del elenco protagonista con Robert de Niro, Christopher Walken, John Savage y la que fue su pareja hasta el final, Meryl Streep.

John Cazale es el actor perfecto estadísticamente. Cinco películas, cinco nominaciones a Mejor Película. Quién sabe cuál habría sido su techo si esa enfermedad no se hubiera interpuesto. Compartir pantalla con De Niro, Brando, Hackman, Pacino, Caan, Keaton, Streep Strasberg o Walker y destacar no es nada fácil. En un mundo de egos superlativos, Cazale ponía algo de cordura, coherencia y sensibilidad. Y talento, mucho talento.

"Todo lo que yo quería hacer era trabajar con John por el resto de mi vida." Al Pacino.

2 comentarios:

  1. No tenía ni idea de que Cazale murió tan joven, ni de que tuvo una trayectoria tan rutilante.
    Dios bendiga esta entrada.

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  2. Si alguien no la ha visto, por favor, vean "Tarde de perros" la actuación de Pacino y Cazale rayan en lo superlativo

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