lunes, 1 de octubre de 2012

El dodo, el lince y el periodismo

Hoy tuvo lugar la Lección Inaugural de la Facultad de Comunicación de Sevilla - en adelante, la FCOM-. Una invitada especial ha armado gran revuelo y ha levantado una gran y comprensible expectación. Ana Pastor era la guest star. Gran periodista. De las que no se venden. De las que no dejan que su visión de la realidad se manche con ideologías cerradas. De las de verdad.

Tristemente, como apunta mi buen amigo Cristóbal Santos, si Ana Pastor se ha hecho tan famosa es porque se comporta profesionalmente como  un periodista debe : ser curioso, inquieto, inconformista. ¿Se debe homenajear al fotógrafo por usar su cámara? ¿El futbolista que toca el balón con los pies es el mejor? ¿El mimo que hace el truco de la pared es el más original? La perspectiva invita a que con el tiempo los periodistas formaran parte de sectas comunicativas - más aún si cabe - para poder sobrevivir y los que se atrevan a decir lo que realmente pasa estarán como Gary Cooper en aquella película dirigida por Fred Zinnemann en 1952.

Lo que ha sucedido hoy en la FCOM - colas interminables, universitarios matriculados quedándose fuera - obedece más a un fenómeno fan que a otra cosa. Una celebridad visita la facultad. Es algo único. ¿Pasaría lo mismo si Enric González fuera el invitado? Rotundamente, no. Mi memoria selectiva quiere recordar que el día que Iñaki Gabilondo visitó la FCOM no hubo tanta masificación. Y era Iñaki Gabilondo.

La mayoría de los asistentes a la Lección Inaugural han ido porque allí estaría esperándoles Ana Pastor. Misión cumplida por parte de los dirigentes de la facultad. Tanto novatos como veteranos buscaban que Pastor dijera esa frase lapidaria sobre el periodismo para twittearla y henchirse de orgullo y admiración. Parece ser que así ha sido. Insisto, Ana Pastor es una gran profesional y uno de los referentes actuales. El problema es lo que viene antes y después de presionar "Twittear" y esperar los RT.

El periodismo es la profesión más vocacional que existe. Sobre el papel. En la práctica, muchos buscan que su nombre aparezca en algún medio para presumir entre sus congéneres. Hace una semana, decenas de novatos pastaban en los pasillos. Olía a ilusión y a estreno de zapatillas caras. "Ya mismo vamos a estar en el Marca", "Creo que en 1º ya usamos cámaras y entramos en el estudio de radio". Es comprensible la emoción de lo nuevo. Been there, done that. Sin embargo, con los años se comprueba que sólo una ínfima minoría de los estudiantes sabe lo que es ser periodista. Entrar en un plató está bien, ponerte los cascos y hablar a un micrófono en una sala acolchada es una gratísima sensación. Pero sólo se mira el dedo. La Luna se pone de puntillas pero nadie le echa cuenta. Lo técnico es accesorio. Si el periodista no es curioso, no es nada. Un periodista que no se interesa por saber lo que pasa a su alrededor para así hablar con propiedad y opinar con fundamento, no es periodista. Es alguien que busca pasar el tiempo y se matricula en una carrera que parece prometer relevancia pública. Los estudiantes de periodismo no sólo no leen, sino que no saben leer. De hecho, un alto porcentaje de ellos, esto se puede comprobar prestando atención a los novatos. No he hecho un estudio al respecto, pero nos sorprenderíamos de la cantidad de ellos que sólo saben de "deportes". Por hablar de ellos en este caso. He dicho "deportes". No. Saben de fútbol. Y ni de eso saben. Pregúntales por los Busby Babes.

El estudiante de periodismo medio no lee. No le interesa la actualidad. No le llama la atención lo que pasa a su alrededor y lo que le pasó a sus padres y abuelos. Lo que en un estudiante de Matemáticas o Ingeniería Técnica es una anécdota, para un periodista es un pecado. Y hay muchos pecadores. Mejor dicho. Hay muy pocos que pueden tirar la piedra.

Como cierre una anécdota que me contaron hace tiempo y que viene al caso. A una clase de 3º de Periodismo le encargan escribir un artículo sobre el aniversario de la Guerra Civil española. Mi interlocutor me dice que mientras aporreaba el ordenador, escuchó una conversación entre dos de sus compañeros.

- "¿Qué se refiere a la del 17 o por ahí o la del 36?"
- "No sé, tío. Voy a preguntar."

No siguieron risas a este comentario. Hablaban en serio.

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