sábado, 22 de septiembre de 2012

Historias de Roma, por Woody Allen

Pantalla en negro, empiezan a sonar las primeras notas de "Volare" (la de Domenico Modugno), letras blancas reflejan el written and directed by Woody Allen, la sala casi vacía. Hace algo más de un año que no nos vemos. Demasiado. Así que ahora toca Roma. Lo que tú digas, Woody.


Esto no es una crítica de cine. Aunque lo pudiera parecer. Soy moralmente incapaz de criticar al señor Woody Allen. Su obra me ha hecho reír, preludiar lágrimas, reflexionar. Me identifico más con un anciano judío de Brooklyn que con la mayoría de los congéneres con los que me relaciono diariamente.

No soy comunista porque no me gusta compartir el baño

Llego tarde a la sala. Como siempre. Sospecho que mi compañía no quiere ver To Rome with love porque me dice que no quiere ver esa película. Agradezco al cielo que no haya ninguna comedia española (o americana)  facilona y que resalte. La película arranca con pequeñas postales de insultante belleza romana. A decir verdad, no llega a la minuciosidad y a la excelencia que caracterizan los primeros minutos de Midnight in Paris. Pero ello no influye para que la sensibilidad del director unida a la esencia misma de la ciudad ofrezca como resultado un espléndido retrato de la la cittá eterna.

Cuatro historias. Ninguna conexión entre ellas. Roma es espectadora de excepción de las debilidades del ser humano. Woody no innova. Homenajea a las comedias italianas de los 60 - véase Los complejos, dirigida por Dino Risi, entre otros -.

La primera trama es un absurdo en sí mismo. Comedido. Inteligente. Con poso. Pero muy surrealista. Woody Allen, Judy Davis y Allison Pill - la de The Newsroom o la adorabilidad hecha mujer, como vean - protagonizan esta historia que va sobre el talento desaprovechado, el comunismo y una ducha. El director vuelve a ponerse delante de las cámaras. La última vez fue en 2006. Woody Allen en estado puro. Lo que odian sus detractores y lo que amamos sus admiradores. Algunas de sus habituales y brillantes réplicas en la película hacen patente que no se ha ido. Sigue ahí pese a que el hipsterismo más radical persiste en su idea de denostarlo y jubilarlo antes de tiempo. "No me psicoanalices, todos lo han intentado y ninguno lo ha conseguido", dice su personaje en un momento de la película.

- Estás casada con un hombre brillante. Tengo un coeficiente de 150-160.
- Lo estás pensando en euros, en dólares es muchos menos

Decía Picasso que los buenos artistas copian y los artistas roban. En este caso, para su segunda historia, Woody Allen roba y reconstruye el argumento principal de Bésame, tonto, de Billy Wilder. Un matrionio joven - actores desconocidos para el gran público - que se ve envuelto en una delirante situación cuando llegan a la gran ciudad. El público masculino agradecerá eternamente la existencia del personaje de Penélope Cruz. Tanto al encargado/a de vestuario como a la generosidad de la naturaleza. Protagoniza algunos de los mejores momentos de la película.

Roberto Benigni protagoniza la tercera historia. El hombre que siempre cae bien. El alter ego italiano - y menos productivo de lo deseado - de Woody Allen. Es una fábula sobre los absurdos límites a los que llegan los medios de comunicación hoy día. Pura y vergonzosa realidad. Si pasan a la vez por una calle concurrida cualquier ex-concursante del último reality y Fernando Savater, Savater llegará a su destino puntualmente y sin agobios.

El típico triángulo romántico-intelectual alleniano cierra el cuarteto. Alec Baldwin - con un personaje que infringe impunemente las reglas de la cinematografía -, Ellen Page y Jesse Eisenberg son los elegidos para criticar la élite intelectualoide - esa que usa términos como mainstream y que se aprenden un verso de cada poeta  para hacerse los interesantes - y sus pulsiones románticas mundanas. Como las de todos. El personaje de la otrora Juno es hija (¡o nieta!) de la Mary Wilkie interpretada en Manhattan por Diane Keaton. Un calco del personaje en pleno siglo XXI y en el Trastevere, en lugar del Upper East Side.

- Eres un tiburón del panorama musical.
- A lo único que me han comparado dentro del mundo marino es a una medusa amorfa

¿Son tramas y personajes nuevos? Prácticamente, no. ¿Es recomendable? Por supuesto. Los maestros como Woody Allen no se repiten. Tienen estilo. Hitchcock tenía estilo, John Ford tenía estilo, Hemingway tenía estilo, Louis Armstrong tenía estilo. Es un sello inconfundible. Amor u odio. No hay punto medio. Yo elijo amor. Y admiración. Y devoción. Woody Allen sólo hay uno. Y que dure.

Hasta el año que viene, Woody.

1 comentario: